miércoles, 16 de julio de 2014

¿DESOBEDIENCIA CIVIL?



Juan Manuel de Prada nos decía en un artículo magistral, como casi todos los suyos, si en España podríamos acogernos a una DESOBEDIENCIA CIVIL, en vista de las leyes injustas que día a día nos está imponiendo este Gobierno sin ideología.

 ¿Habrá en España jueces capaces de acogerse a este derecho para no dejar de ser hombres, dispuestos a ser expulsados al lugar que el Gobierno ha provisto para los espíritus más libres, a la única casa en la que pueden permanecer con honor?

 H. David Thoreau publicaba en 1849 su obra “Desobediencia civil”, formulando un concepto sobre el que más tarde teorizarían muy diversos filósofos del Derecho, hasta que Gandhi lo convirtiera en motor de una liberación nacional.

Entresaco a continuación una cita del citado opúsculo, sumamente elocuente e iluminadora: «Existen leyes injustas. ¿Debemos conformarnos con obedecerlas? ¿Nos esforzaremos en enmendarlas, acatándolas hasta que hayamos triunfado? ¿O debemos transgredirlas de inmediato?.

 Bajo un Gobierno como los que nos ha tocado padecer en esta mal llamada Transición, los hombres en general piensan que deben esperar hasta convencer a la mayoría para modificarlas, piensan que, si resisten, el remedio sería peor que la enfermedad, pero es el Gobierno quien tiene la culpa de que el remedio sea peor que la enfermedad, si la injusticia forma parte de los problemas inherentes a la máquina de gobierno, dejémosla funcionar,  quizá desaparezcan las  asperezas y la máquina se desgastará.

Pero si la injusticia requiere de tu colaboración, convirtiéndote en agente de injusticia para otros, infringe la ley, que tu vida sirva de freno para detener la máquina, lo que debes hacer es tratar por todos los medios de no prestarte a fomentar el mal que condenas.

El ejercicio de la desobediencia civil exige, ante todo, espíritu cívico.

Al desobediente no puede moverlo un interés personal o corporativo, sino la convicción de que su comportamiento deparará un bien a la sociedad. Asimismo, el ejercicio de la desobediencia civil habrá de tener un valor de ejemplaridad pública, de tal modo que, al negarse a aplicar o cumplir una ley injusta, su decisión contribuya a convencer al resto de ciudadanos de la justicia de su pretensión. 

Por supuesto, dicha desobediencia ha de ejercerse pacíficamente y en coherencia con los principios que inspiran el orden democrático, pues su propósito no es socavar sus cimientos, sino promover la reforma de aquellos aspectos de la legislación que lesionan el bien social.



Para Gandhi, la desobediencia civil no era tan sólo un deber moral, sino un derecho intrínseco del ciudadano, que no podía renunciar a él sin dejar de ser hombre. Quienes la han predicado y practicado y a los nombres ya citados de Thoreau y Gandhi podríamos añadir los de Tolstoi o Martin Luther King-, consideraban que el fundamento último de la desobediencia civil era la existencia de unos principios de Derecho natural, anteriores a la ley positiva, que son intuitivamente identificables por la conciencia.



 La desobediencia civil no debe entenderse, pues, como un mero desacato a la autoridad, sino como una oposición concreta a la ley injusta promulgada por la autoridad. Una ley es injusta cuando no es congruente con los principios inspiradores del ordenamiento jurídico.

Así, por ejemplo, si la Declaración Universal de los Derechos del Niño establece que, para todos aquellos asuntos que afecten a la infancia, se legislará en beneficio de ésta, una ley que prive a los niños de una filiación completa, determinada por la dualidad de sexos, se habrá de reputar injusta. 

Así mismo el derecho a recibir la educación en la lengua que consideren oportuna los padres, nunca a gusto del Estado.

Por supuesto, el desobediente civil debe estar dispuesto a aceptar la pena que la autoridad le imponga por no aplicar esa ley injusta. ¿Habrá en España jueces capaces de acogerse a este derecho para no dejar de ser hombres, dispuestos a ser expulsados al lugar que el Gobierno ha provisto para los espíritus más libres, a la única casa en la que pueden permanecer con honor?

La historia de la humanidad está repleta de leyes injustas que fueron modificadas gracias a la presión social
¿Cuestionaría alguien hoy las estrategias de desobediencia de Rosa Parks o de la resistencia judía contra los nazis?
Pensemos con serenidad, pero esta España no va bien en valores humanos y éticos.
El honor brilla por su ausencia

 Saludos cordiales






lunes, 14 de julio de 2014

LOS FAMOSOS



Te traen y te llevan..... ¡¡¡La Fama!!! ¿ Que importa?. En todo caso, no sientas vergüenza ni pena por ti, sino por ellos, por esos que te empujan y de alguna manera te explotan y  te maltratan.

A veces no quieren entender; los que te empujan, están como cegados porque ven una "mina de oro" en ti, pero tu... ¿no será que tú no te has dejado comprender y te dejas llevar? estas a tiempo de corregirte.

Podríamos considerar que la fama es el estado que un individuo alcanza cuando es conocido y reconocido en un ámbito mayor que el que le corresponde a la mayoría de sus conciudadanos.  Según esto, la fama es tanto mayor, cuanto más numeroso sea el conjunto de personas que conocen al famoso y mayor su ámbito geográfico (barrio, ciudad, país, continente y el mundo mundial y espacial)

Pero hay que tener muy en cuenta que la Fama puede ser como algunas personas, Buena y Mala.

Entonces sería muy fácil detectarlas con tan solo ver las programaciones de ciertas televisiones que todos conocéis, en donde aparecen verdaderos deshecho de seres humanos que no serian ni presidentes de su bloque y que no se representan ni a ellos mismos, y por ser unos miserables roedores y contar su sucia vida, les pagan un dineral; hay algunas que hasta escriben libres y son de los más vendidos ¡¡¡ Dios mio!!! que bajo hemos caido.

Hasta asesinos se les ha entrevistado y no pasa nada. A esto es lo que se le llama una mala Fama.

Pero hablando más en serio, Nerón y Julio Cesar son igualmente famosos, pero a Nerón se le conoce por sus maldades contra la Humanidad y a Cesar por sus brillantes victorias militares y su buen juicio político.

Entonces, nos preguntaremos ¿es bueno o malo ser famoso?

Evidentemente la mala fama obra en contra de los intereses del individuo y, salvo casos especiales, nadie la busca ni la desea, sino que le sobreviene con motivo de una actuación inmoral, que por accidente salió a la luz y/o por intereses monetarios, porque en este siglo por desgracia mucha gente se vende por un precio y porque alguien compra esta basura.

Sin embargo, la buena fama es una situación positiva que casi todos buscamos. De alguna manera, la buena fama es el testimonio fehaciente de que hemos conseguido una hazaña que muy pocos de nuestros semejantes han conseguido. Desde matar al dragón que retenía a la princesa hasta vender un millón de libros o de discos y que les voy a contar en el mundo del deporte, es algo que requiere una capacidad y un talento excepcional.



Por otro lado, la fama nos reporta un sinfín de ventajas:
Gente a la que no conocemos, nos tratará con mayor deferencia que a sus propios amigos y se ofrecerá generosamente a satisfacer nuestros más mínimos deseos, aunque sólo sea para alardear luego de haberse relacionado con un personaje famoso.

Todas las puertas se abren al famoso, antes incluso de que las golpee con sus nudillos, siendo el caso que el resto de los mortales debemos pagar un elevado peaje por cada puerta que queremos abrir.

La fama, por tanto, actúa como un sistema de súper recompensa social que premia al que consigue sobresalir en alguna actividad bien valorada por la sociedad. Y para conseguir ese gran premio que es la fama y sus muchas ventajas, todos realizamos un sobreesfuerzo en la esperanza de llegar algún día a ser famosos. Y eso es bueno para la sociedad y también para el individuo que la consigue.

Aquel que desprecia la fama, y alardea de ello, imita a la zorra que al intentar, sin éxito, alcanzar las uvas, exclamó: ¡No las quiero, todavía no están maduras!



Nuestra misión es, en este caso, descubrir los caminos que debemos recorrer para alcanzar la buena fama, aunque sólo sea entre nuestros allegados, y comprender los mecanismos de recompensa social que pondremos en marcha si es que finalmente la alcanzamos.
Hay muchas citas de grandes escritores y pensadores, como por ejemplo
D.  Miguel de Cervantes:
Le aconsejaría que mirase más 
a la fama que a la hacienda; 
porque la buena mujer no 
alcanza la buena fama 
solamente con ser buena, 
sino con parecerlo; 
que mucho más dañan a las 
honras de las mujeres las 
desenvolturas y libertades 
públicas que las maldades secretas.
El dramaturgo español, que por cierto, nació el mismo día que yo, pero 283 años antes, D. Ramón de la Cruz decía:
La fama de las mujeres 
se regula, como la de 
los médicos, por las 
visitas que tienen.

Y Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde fue un escritor, poeta y dramaturgo irlandés. Wilde es considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío, además, fue una celebridad de la época debido a su gran y aguzado ingenio, y decía:
Que hablen de uno es espantoso. 
Pero hay algo peor: que no hablen.
Las buenas reputaciones 
están hechas con nada.


El saber no ocupa lugar y todos los días aprendemos algo nuevo, asi que aprendamos.